Virtual Service Trip Finds Deeper Truths

This reflection by Jesus Estrada, a first-year theological studies and Spanish double major, looks back on his Alternative Breaks and De Colores service trip.

This past weekend, I was blessed to participate in the first ever combined Alternative Breaks and De Colores program sponsored by LMU’s Center for Service and Action and Campus Ministry.  Typically, this is a 145-plus mile, faith-based journey to the U.S.-Mexico border, however, due to the current circumstances and benefit of virtual programming, we made the trip in a matter of seconds.

Across the span of four days, we met and conversed with several social justice-oriented organizations who tirelessly protect, fight for, and advocate for the rights of our immigrant communities. As a group, we engaged, reflected, and learned from the Kino Border Initiative, Build a Miracle, Border Angels, the Border Church (La Iglesia Fronteriza), and Casa del Migrante. This particular immersion was unique in that we visited different states and countries, specifically, from Nogales and Tijuana on both sides of the Mexico border.

Ever since I was a kid, immigration has always been a part of my story. How could it not? As a child of migrants, I have been a witness to the adversities immigrants have had to overcome. I learned early that there is more to immigration than simple stereotypes, numbers, or statistics. However, somewhere along the way, I seemed to have forgotten just that. Prior to this trip, I viewed immigration through a particular lens that resulted in only generalized statements and beliefs, limiting my understanding. For example, when thinking about immigration, I could only think about how migrants are seeking better opportunities for their children and/or fleeing violence and persecution.

These views only generalize peoples’ stories, they become distorted and buried in echoes of stereotypical narratives. Inspired by Cecilia González-Andrieu, professor of theological studies at LMU, I was reminded to seek truth. The truth is that the headlines and generalizations don’t do justice to the actual day-to-day struggles of immigrants.

On this trip, I was able to feel and accompany people through their migration stories. I learned that every migrant, as a person, has their own unique story, their own reasons to migrate, and sometimes, desire not to migrate. During our session with the Kino Border Initiative, our group was fortunate to meet with a woman named Eleuteria, a mother fleeing gang violence from Guerrero, Mexico, who only seeks to create a better future for her four children. A future where her kids do not have to worry about being hurt, threatened, or killed when going to school or playing outside; where her children can follow their dreams as aspiring doctors and engineers; where she is not discriminated against for her indigenous roots or for speaking her native tongue, Amuzgo. Eleuteria has her own special story.

I also met Dulce Garcia, executive director of Border Angels, an organization which “promotes a culture of love through advocacy, education, by creating a social consciousness, and engaging in direct action to defend the rights of migrants and refugees.” From her sharing that Border Angels has actually discovered skeletons and bodily remains of migrants who have lost their lives in the desert to her own personal story of the culture shock of moving to Cleveland from San Diego for law school, or her family member harshly affected by the realities of deportation, all of these stories made this immersion all too real.

In one of our final reflection activities, we were asked what we would not forget about this trip. I shared with the group that I won’t forget the unique and personal stories of people like Eleuteria and Dulce, whose experiences are like no other. I won’t forget that everyone’s experiences are different and special. I will remember that a generalization of people’s stories and experiences distorts the reality that immigrants face daily and I will continue to listen to these personal narratives. I won’t forget the truth in their stories.


El viaje de servicio virtual encuentra verdades más profundas

Esta reflexión de Jesús Estrada, con especializaciones en teología y español, es acerca de su viaje de servicio con las organizaciones Descansos Alternativos (Alternative Breaks) y De Colores.

Este fin de semana pasado, tuve la bendición de participar en el primer programa combinado de Descansos Alternativos y De Colores. Este programa fue patrocinado por el Centro de Servicio y Acción y el Ministerio Estudiantil Universitario de LMU. Por lo general, este es un viaje religioso de más de 145 millas hasta la frontera entre Estados Unidos y México; sin embargo, debido a las circunstancias actuales y al beneficio de la programación virtual, hicimos el viaje en unos segundos.

A lo largo de cuatro días, nos reunimos y conversamos con varias organizaciones orientadas a la justicia social que abogan, protegen, y luchan incansablemente por los derechos de nuestras comunidades de inmigrantes. Como grupo, nos involucramos, reflexionamos y aprendimos de la Iniciativa Fronteriza Kino (Kino Border Initiative), Construir Milagros (Build a Miracle), Ángeles Fronterizos (Border Angels), Iglesia Fronteriza (Border Church) y Casa del Migrante. Este viaje de inmersión en particular fue una experiencia única porque visitamos diferentes estados y países, específicamente, a ambos lados de la frontera de Nogales y Tijuana, México.

Desde que era niño, la inmigración siempre ha sido parte de mi historia. ¿Cómo podría no serlo? Como hijo de migrantes, he sido testigo de las adversidades que los inmigrantes han tenido que superar. Aprendí de niño que la inmigración es más que simples estereotipos, números o estadísticas. Sin embargo, en algún momento del camino, parecía haber olvidado eso. Antes de este viaje, veía la inmigración a través de una lente particular que como resultado tenía creencias y declaraciones generalizadas, reflejando lo limitada que era mi comprensión de esta realidad. Por ejemplo, al pensar en inmigración, solo podía pensar en cómo los inmigrantes buscan mejores oportunidades para sus hijos y / o huyen de la violencia y la persecución.

Estos puntos de vista generalizan las historias de las personas, las distorsionan enterrándolas en ecos de narrativas estereotipadas. Inspirado por la Dra. Cecilia González-Andrieu, profesora de estudios teológicos en LMU, recordé que debo buscar la verdad. La verdad es que los titulares en las noticias y las generalizaciones no hacen justicia a las luchas del día a día de los inmigrantes.

En este viaje pude sentir y acompañar a las personas a través de sus historias migratorias. Aprendí que cada migrante, como persona, tiene su propia historia única, sus propias razones para migrar y, a veces, el deseo de no migrar. Durante nuestra sesión con la Iniciativa Fronteriza Kino, nuestro grupo tuvo la suerte de conocer a una mujer llamada Eleuteria, una madre que huyó de la violencia de las pandillas de Guerrero, México. Ella solo buscaba crear un futuro mejor para sus cuatro hijos. Un futuro en el que sus hijos no tengan que preocuparse por ser amenazados, heridos o asesinados cuando vayan a la escuela o jueguen al aire libre; donde sus hijos puedan seguir sus sueños, aspirar a ser médicos e ingenieros; un lugar donde no sea discriminada por sus raíces indígenas, ni por hablar su lengua nativa, el amuzgo. Eleuteria tiene su propia historia, que la hace única.

También conocí a Dulce García, directora ejecutiva de la organización Ángeles Fronterizos (Border Angels), una organización que “promueve una cultura del amor a través de la defensa, la educación, creando una conciencia social y participando en acciones directas para defender los derechos de los inmigrantes y refugiados”. Ella nos compartió que Ángeles Fronterizos ha descubierto esqueletos humanos y restos corporales de inmigrantes que perdieron su vida en el desierto. También nos compartió experiencias de su historia personal acerca del choque cultural al mudarse de San Diego a Cleveland para ir a la escuela de derechos y acerca de un miembro de su familia severamente afectado por las realidades de la deportación. Todas estas historias hicieron de este viaje de inmersión una experiencia demasiado real.

En una de nuestras actividades en la reflexión final, nos preguntaron qué no nos olvidaremos de este viaje. Compartí con el grupo que no olvidaré las historias únicas y personales, como la Sra. Eleuteria y la Sra. Dulce, cuyas experiencias son como ninguna otra. No olvidaré que las experiencias de todos son diferentes y especiales. Recordaré que una generalización de historias y experiencias migratorias distorsiona la realidad que enfrentan los inmigrantes a diario y seguiré escuchando estas narrativas personales. No olvidaré la verdad en sus historias.

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